El día que desapareció el Estado

Por Ernesto LLoveras 
Quizás el efecto más grave de la negra jornada de saqueo vivida en Córdoba, más allá de las dos muertes registradas, es la virtual desaparición del Estado. El Estado es la garantía de institucionalidad, de la división de poderes, de la vigencia de la ley y de las autoridades elegidas por el pueblo. Nada de eso funcionó, y el ciudadano común sufrió otro atropello a sus derechos más básicos, a su integridad, y a su propia dignidad.

Por un lado, el gobernador De La Sota no supo solucionar un conflicto policial-salarial, que ya había explotado hacía varios días, y no obstante prefirió emprender un viaje Internacional, pagado por los cordobeses, que nada tenía que ver con la gestión de gobierno. Papelón de un gobernante, que priorizó sus contactos foráneos, en desmedro del sector policial, que ya venía reclamando una sustancial mejora en sus escuálidos ingresos salariales, dejando a toda una población indefensa, sin posibilidad alguna de contrarrestar la horda de delincuentes, que salieron impunemente a saquear, matar, y destruir todo lo que encontraba a su paso.

Por otro lado, el Gobierno Nacional, haciendo gala de un internismo enfermizo, dejó que la mecha ardiera, y la bomba explotara, sin importarle en lo mas mínimo sus consecuencias. Fue patético y vergonzoso ver al Jefe de Gabinete, aduciendo que el Gobernador no le llamó, cuando por imperio del Art. 99 de la Constitución Nacional, es la Presidenta la que como Comandante de las Fuerzas Armadas, tiene la atribución exclusiva de organizarlas, y distribuírlas, según las necesidades de la Nación. Mientras todos los argentinos veían en directo por TV los aberrantes actos de saqueo a la propiedad privada, la Casa Rosada, al parecer, sintonizaban otro canal.

El gobierno nacional abandonó a su suerte al pueblo cordobés, apostando a un nuevo desgaste de un mandatario opositor, involucrando a todos los argentinos en una interna salvaje, como en su momento la sufrió San Luis, cuando el Kirchnerismo le negó el envío de partidas nacionales, que luego fueron reconocidas y exigidas por la propia Corte Nacional.

Otro capítulo fue la reacción de cientos de cordobeses, que al percibir la ausencia policial, no dudó en mostrar las reacciones mas bajas del ser humano, evidenciando una total ausencia de valores éticos, quizás como un retorcido espejo de sus propios funcionarios y políticos, que hacen de la riqueza personal y la desmesura de sus gastos propios, su principal objetivo en su paso por la vida pública.

Un país sin modelos éticos, no puede pretender generar una sociedad equilibrada. Un estado ausente, produce una cadena de desencuentros que puede detonar en la disolución del tejido social. Los medios internacionales reflejaron la caótica jornada, y nuestra sensación de tristeza e impotencia, nos invadió, mientras buscábamos alguna respuesta. El Estado, los gobernantes, los políticos con responsabilidades funcionales, estuvieron ausentes, no supieron como prevenir el conflicto, ni como superarlo una vez desatado. Muchos ciudadanos perdieron el trabajo de toda una vida, perdieron sus sueños, y ya hablan de dejar el país, en busca de mayores garantías. Quizás la única salida que nos queda, es intentar lograr un cambio ético, cambio ético desde la profundidad de nuestra conciencia, cambio ético exigible a nuestros dirigentes políticos, acompañado de sanciones sociales y electorales... para lo cual es fundamental la memoria, y la participación , porque evidentemente, las actuales autoridades no están ni estuvieron a la altura de las graves circunstancias vividas.