Por Guillermo Alamino
La cosmovisión de los pueblos originarios plantea interrogantes que cuestionan fuertemente el carácter universal del paradigma occidental. El intento de un empresario de quitarles las tierras a los huarpes, manifiesta la típica concepción utilitaria europea sobre el territorio y la naturaleza.
Luego de siglos de invisibilización y opresión, las comunidades originarias han logrado visibilizar sus visiones por las luchas y resistencias en estos últimos tiempos, teniendo como principal ejemplo el zapatismo en Chiapas y la asunción de Evo Morales en Bolivia. Gracias a esto, algunos países latinoamericanos como Ecuador y Bolivia incluyeron los conceptos del Buen Vivir y del hombre como parte de la naturaleza, poniendo en crisis los actuales modelos occidentales que consideran al ecosistema como un objeto.
En un mundo maltratado por la excesiva industrialización y contaminación ambiental como la tala de bosques, la megaminería, los agronegocios, el fracking, la pesca indiscriminada y la emisión de gases de efecto invernadero, el pensamiento de los pueblos originarios nos obliga a repensar la civilización occidental , que destruye el medio ambiente y explota al hombre en nombre del progreso.
Por otro lado, existen más de 950.000 personas que reconocieron ser descendientes de alguna comunidad originaria, de los cuales más de 14 mil pertenecen a los huarpes, según datos oficiales proporcionados por el Censo 2010 y la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas. Una cantidad importante que seguramente crecerá en el futuro, puesto que la gran mayoría de los ciudadanos posee ascendencia de los pueblos originarios y fuertes lazos culturales con esas comunidades. Es por eso que, es fundamental proteger el territorio de nuestros pueblos originarios para cuidar nuestra identidad y cultura.
En este sentido Nelson Vilca, comunicador e investigador en Derechos Humanos, expresa que para las comunidades originarias “la tierra tiene un significado abarcador a los demás derechos, pues sin la tierra se teme que exista peligro a la perdida de la identidad cultural de los pueblos indígenas-originarios-campesino, pues al emigrar a nuevas tierras para buscar trabajo, esto provocaría un desarraigo y una desconexión con la comunidad”. Por eso mismo, los Huarpes están preocupados de perder de sus tierras, ya que un empresario pretende quitarles 6.000 hectáreas de sus territorios en El Encón y, una emigración de aquellos habitantes, provocaría la pérdida de sus prácticas cotidianas. Acerca de lo anterior, un informe de Vilca afirma que “la tierra constituye la condición de la seguridad individual y la unión de un grupo, al contrario del llamado blanco que la utiliza como un instrumento de dominación, y como medio de producción y acumulación de capital”. Mientras el capital pretende generar ganancias con el usufructo del terreno, los huarpes necesitan la tierra para subsistir y mantener su estilo de vida.
Lamentablemente el gobierno provincial todavía no da una solución definitiva al conflicto, al no entregar las tierras definitivamente a nuestros pueblos originarios. Este reconocimiento es una política fundamental que debería ejecutarse a nivel nacional, para evitar el avance de las actividades extractivitas y otros emprendimientos en territorios donde viven comunidades originarias.