Por Viviana Sansó
Federico Aguilar, es el hombre que conducía el auto que tuvo un accidente con un caballo suelto en Bermejo y perdió a su mujer y a sus dos pequeños hijos. Quedó solo, enfrentando la vida sin lo más preciado que uno construye, la familia. Pero también tiene que hacer frente a este sistema judicial que no puede ser más perverso. Pidió ante la justicia no ir preso porque está imputado por homicidio culposo.
Me dirán es el procedimiento de rigor mientras se investiga. Cuando la justicia habla de investigación, se refiere a la responsabilidad de este papá que perdió a toda su familia en un accidente que pudo evitarse si el estado hubiera estado presente. Hace mucho tiempo que venimos viendo accidentes de estas características. Y me pregunto, y la responsabilidad que le cabe al gobierno de preservar las rutas para conductores y no para animales sueltos? No es acaso mucho haber perdido a toda la familia y encima tener que responder por la negligencia de otro?
Salvando la distancia con lo tremendo que le sucedió a esta familia, en el caso de nuestra hija que fue deshonrada, descalificada y tratada con total desconsideración por parte de menores y también de mayores, hasta el día de hoy, no hay un solo fiscal que tenga la decencia – no hablo de la responsabilidad y del deber – de continuar con la investigación.
Tras lo sucedido, ese lunes que decidimos avanzar con la justicia, sabíamos que nos embarcábamos en una dura batalla pero pensamos en semejante acto inhumano y degradante que tuvo que soportar nuestra hija. Inmersos en el dolor y pese a la frustración y a la impotencia que sentimos, nosotros sus padres, no podíamos ser indiferentes y mirar para otro lado. Se trataba de nuestra hija.
Ratificamos la denuncia de oficio y de buena fe, confiamos en que el ministerio público, ante la gravedad del hecho y con la evidencia del agravio y la humillación que afectaba a mi hija y a toda su familia, estaba decidido a actuar. Lamentablemente, su acción sólo llegó a los titulares de los diarios, porque si el verdadero interés hubiera sido el de investigar, hoy los tres fiscales designados, no se hubieran excusado de entender en la causa.
Al momento de leer la denuncia de oficio, le expresé al señor juez, el doctor Agudo que esa misma tarde ya la había escuchado en el noticiero a lo que sólo atinó a decirme que la información se filtra… Asumiendo que yo debía ratificar una denuncia ya mediatizada, al leer su contenido, los nombres que figuraban no correspondían con los que nos habían informado y explicó que la denuncia se fundó en un “anónimo”. De hecho, entiendo que quedaron demorados dos hermanos que fueron “confundidos” por el apellido similar al de uno de los testigos. No obstante de ratificar la denuncia, dejamos aclarado que no lo hacíamos con su contenido.
Pese a estas desprolijidades, el día miércoles- aun con varios testimonios pendientes y sobradas pruebas para continuar la investigación ,sin siquiera mediar comunicación oficial, nuevamente me entero por los medios de la opinión del juez Agudo sobre la causa de mi hija, causa que hasta la fecha está bajo secreto de sumario. Me presenté en su despacho y al pedirle explicaciones, la respuesta del doctor Agudo, tan ligera como su opinión, fue que era para aplacar la demanda de los medios. Fíjense que nosotros, la familia, estábamos desbordados por la insistencia periodística y logramos contener, con el respeto y la comprensión de los periodistas, la exposición pública.
Entre las cosas absurdas que tuve que escuchar esa tarde de parte del juez, ante otras personas que estaban presentes, fue la insinuación que éste hizo sobre la responsabilidad de Ricardo, el papá de Carolina por haberla asistido y trasladado por su cuenta. Quiero aclarar que cuando la encontró, mi hija estaba inconsciente, mojada, indefensa tirada en el cordón de la vereda frente a la casa, junto a dos policías que según justificaron, la ley les impide asistir. La ambulancia que supuestamente alguien llamó, jamás llegó, al menos no lo hizo antes de ese momento. Esto es casi como lo de Federico, buscar responsabilidades en otra parte.
Hoy la causa de mi hija está en zona gris. Lo digo así porque sigue en el juzgado de menores pero sin fiscal para actuar. Según entendemos, el fiscal que intervino desde el principio, Dr. Mallea decidió – luego de 30 días - pasarlo a una fiscalía de Instrucción, al suponer que podría tratarse de un delito mayor al de lesiones leves. La docrotra Ravetti se excusa por considerar que no le corresponde en su turno. El próximo fiscal, doctor Guillen procede del mismo modo, y luego de tenerlo una semana en su despacho, finalmente se desentiende de la causa también por motivos de turno.
Como parte afectada, no acusamos ni somos rencorosos, pero pedimos que se investigue porque no aceptamos como algo natural, el desprecio por la dignidad humana, por la vida misma.
Será acaso que no se tiene en cuenta que lo que está en juego es precisamente eso, la vida de las personas, su dignidad, el honor, los agravios, el desprecio, el reclamo social, la indignación, la falta de justicia.
Creo que la Justicia, institución de las más sagradas que puede tener una sociedad para velar por el cumplimiento de las leyes, salvaguardar los derechos y proteger a los ciudadanos, no puede ni debe seguir mostrando esta cara de ojos vendados, ostentando un poder privilegiado frente al resto de la sociedad.
Al respecto, el propio Fiscal General de la Corte de Justicia, doctor Quattropani se expresó en un diario local “Los poderes judiciales tienen pantalones largos para lo que les conviene y cortos para lo que no les conviene, con los primeros dicen somos libres, somos independientes, la intangibilidad, la inamovilidad y usamos los segundo para no hacer los cambios” y agregó “ Parece que el poder judicial es distinto a los demás poderes, que no debe explicación, que no debe nada a la sociedad…".
Desde afuera, una noticia tapa otra y así va quedando archivada la causa de mi hija, en la memoria de la gente y en algún cajón de tribunales.
Desde lo profundo de nuestros corazones, se nos hace difícil vivir día a día y aceptar tanta indiferencia por parte de quienes tienen el deber de impartir justicia como fruto del razonamiento basado en valores morales en consonancia con una conducta ética.
Gracias a Dios, mi hija está intentando reinsertarse a la vida normal, con respeto y amor, resguardada de todo el tremendo desgaste, valga la ironía, que produce el reclamo de justicia.
Siempre agradecidos a todas las personas que nos acompañan, les puedo decir que sobran las razones por lo que la gente no denuncia y no cree en la justicia. Doy fe.