Camino al matadero

Por Macerlo Arancibia 
La política electoral argentina avanza por un desfiladero donde al final de su trayecto pareciera que la espera un nuevo gobierno justicialista; sea que ese justicialista se trate de Scioli (quién realza su condición de peronista) o Massa (quien trata disimular su pertenencia al peronismo) o Macri (quien niega su justicialismo con su eslogan de la tercera vía -ni peronista, ni radical-, pero que adscribe en un todo con el ideario de Perón y Evita, y por llevar -muy probablemente- como candidato a vice presidente de la Nación al también peronista Carlos Reutemann) ¿Peronistas Scioli, Massa y Macri? Sí, peronistas todos e hijos dilectos del peronista Carlos Menem.

En el desfiladero por dónde camina al matadero la ciudadanía argentina, encontramos desde imaginarios riscos montañosos a las dos figuras políticas que hoy por hoy marcan el pulso del discurso político. Sin embargo ambas carecen de futuro en la política más allá del 10 de diciembre del 2015. Una es Cristina Fernández de Kirchner y la otra Lilita Carrió. Mientras Cristina denuncia todos los días en forma paranoica un golpe de estado blando, Lilita nos anuncia la llegada inminente del Armagedón en forma de un auto golpe de estado kirchnerista.

Ambos discursos solo profundizan la grieta entre los argentinos, y con ello la polarización electoral, circunstancia que impide a la ciudadanía advertir que el verdadero partido se está jugando tras bambalinas, en la que los jugadores son el pejotismo y a las corporaciones prebendarias, y cuyo premio es el Estado como botín para el enriquecimiento fácil y veloz.

Es en lo que diferencia la corrupción menemista y la kirchnerista lo que provoca aquel enfrentamiento, y cuya resolución se pone en discusión en las elecciones del 2015. Así mientras el menemismo coimeaba a los amigos del poder, el kirchnerismo se apropia de los negocios de los amigos del poder. La lucha es entonces por el poder, el poder económico que derrama de un Estado corrompido.

El ejemplo del avance del pejotismo, como oligarquía prebendaria sobre la tradicional oligarquía contratista del Estado, es el proyecto de construcción del dique Tambolar. José Luis Gioja se lo había entregado en forma directa al Grupo Techint (recurriendo al artilugio de considerar a Tambolar como una obra complementaria de los diques Punta Negra - Caracoles) en la suma de ochocientos millones de pesos (unos noventa millones de dólares al cambio oficial) Pero Cristina en su primera cadena nacional una vez retornada de China, anunció que la construcción del dique tendría financiamiento Chino por unos cuatrocientos millones de dólares, y que, en virtud del indigno convenio celebrado con la República Popular China, la misma sería entregada a una empresa constructora China asociada con alguna empresa nacional, la que seguramente pertenecerá en los papeles a algún testaferro del entramado pejotista. Techint termina siendo desplazada por el pejotismo como la principal empresa constructora contratista del Estado.

Sin embargo, pejotismo y capitalismo prebendario se aprestan a un armisticio, y pronto, con las presidencias de Scioli, Massa o Macri, renegociarán los términos de una nueva apropiación de la renta Estatal entre empresarios y políticos, con la obvia exclusión de los testaferros no reciclados de la familia presidencial.

Al kirchnerismo se le acaba el tiempo constitucional, su derrota electoral en el 2013 no le dejó margen para seguir los pasos del primer Perón, modificando la Constitución Nacional y habilitando la reelección indefinida del presidente. Tampoco se atrevió a perpetuarse en el poder por otros medios, prestándole el gobierno por cuatro años a un Bouduo o un Randazzo, recurriendo la fujimorización, chavización o putinización del poder mediante la confiscación del Grupo Clarín, la detención de su Ceo Héctor Magnetto, o poniendo en comisión al Poder Judicial para llenar los Tribunales de jueces y fiscales militantes al estilo de Zaffaroni, Rafecas, Oyharbide o Gils Carbó. Todo es tarde para Cristina, menos para pactar su impunidad y la de su hijo Máximo.

El nuevo pacto de poder emergente con el nuevo gobierno peronista implicará el eclipse político de Lilita. Mientras Carrió extrema su discurso de odio y rencor para con Cristina, Macri y los radicales de Sanz avanzan sin despeinarse en la construcción de un gobierno conservador y de derecha, al servicio de la sociedad del uno por ciento, que se apropia del 50% de la renta nacional y que representa el 80% de la propiedad. Macri, Sanz y Reutemann, a los cinco minutos de consagrados ganadores de los comicios presidenciales, van a deshacerse de Lilita, para subir al carro de los triunfadores a los Moyanos y a los Barrionuevos, a los Gioja y a los Insfrán, para gobernar sin molestias a favor de las mismas corporaciones para quienes gobernaron Néstor y Cristina durante doce años, y que han hecho de la argentina un País con un economía primaria y extractiva. El único cambio será el de Lázaro y Electroingeniería, por Nicolás Caputo e Irsa, mientras que Cristóbal perdurará, ya que por su condición de zar del juego tiene huevos puestos en todas las canastas, en la de Macri, en la de Massa y en la de Scioli.

Sin kirchnerismo en su futuro, el pejotismo dará batalla antes de negociar los términos del reparto del Estado con un gobierno que representativo de los intereses de la vieja oligarquía prebendaria. Sin embargo ambos luchadores coinciden que la pelea tiene mucho de actuada y fingida; ya que para todos ellos la política es por sobre todo un medio disciplinador de la sociedad y el Estado un instrumento al servicio del capital concentrado.

Scioli, Massa y Macri, el pejotismo y el capitalismo prebendario solo tiene una adversidad en las próximas elecciones, las chances de Margarita Stolbizer de alzarse con la representación de aquella parte de la ciudadanía que aspira a una alternativa políticamente democrática y socialmente igualitaria.