Por Carlos Blanchet
Últimamente la doctora Fernández de Kirchner vive en su limbo. Un limbo al cual los peronistas no son ajenos sobre su cantado final en las distintas décadas ganadas en Argentina. Este mundo, entre vivos y muertos, es consecuencia de ellos mismos. No son políticamente extraños a su final. El peronista en ese vago sueño de querer ser más papista que el papa, cae una y otra vez en lo mismo; nada. Y de ahí el fin. El kirchnerismo desaparecerá como desapareció el menemismo y el duhaldismo y cualquier intento de peronismo sin Juan Domingo Perón
Resulta estúpido ganar para perder, subir para bajar, mirar para no ver y hacer pa’ deshacer. Pero en esa estupidez gana. Entonces ya no hay pérdida sino beneficio. Y cuando hay beneficio, hay ganancia: La década ganada. Entonces la bandera del beneficio, la mejora y el crecimiento social e institucional se flamea popularmente en el país, cuando en realidad, sabiéndose peronistas, los años diezmados son su bandera nacional. Por ello su limbo no es desconocido desde Perón a esta parte en la política peronista argentina.
En un genial ensayo sobre la mitología griega, Alberto Camus propone el siguiente ejercicio: Imaginar la felicidad de Sísifo; aquel que fue sentenciado por los dioses del Olimpo, mediante ceguera impuesta, a subir y dejar caer día y noche desde la cumbre de una montaña, una roca, eternamente. En un momento Sísifo debe haber querido lograr un éxtasis que lo liberase de semejante sentencia: Y es justamente cuando llegaba hasta la cumbre, paraba y tomaba fuerzas para tirar nuevamente la piedra y repetir así la triste secuencia. Claro está que ciego debía imaginar que desde allá arriba se veía absolutamente todo. Ése era su éxtasis, la felicidad de Sísifo o el placer de Sisyfhus, como catzo fuere.
Hoy la doctora Fernández como ayer el doctor Kirchner y antes de ayer el doctor Menem, peronistas todos, bien aprendidos, sabe ejercitar a lo Sísifo cada supuesto avatar diario, pero siempre dentro de un limbo, de su limbo. Entonces resulta que cada subida es para bajar y cada bajar es para subir y así sistemáticamente.
Hoy subo con Insaurralde mañana bajo con Scioli. Hoy subo con YPF mañana bajo con Chevrón. Hoy subo con Videla mañana bajo con Milani y hoy subo con Néstor y bajo con Perón. Y así eternamente sentenciada por el movimiento peronista nacional y popular.
¿Y el limbo? La cumbre; ese saber que está ahí entre vivos y muertos pero está. Ese poder de haber llegado que no perderá y esa absurda idea de semi dios con ceguera de detenerse a mirar lo que se imagina, sin advertir ni atender cuantas veces subió y bajo con esa cada vez, más pesada, piedra.
El kirchnerismo desaparecerá como desapareció el menemismo y el duhaldismo y cualquier intento de peronismo sin Juan Domingo Perón. Porque el peronismo se pierde así mismo. Porque ya pasaron una treintena de décadas ganadas. Porque el final es cantado. Porque en su propia inutilidad tiene a confrontar. Porque ante su propia adversidad tiende a experimentar. Porque en ese experimentar tiende a recaer. Porque en cada recaer tiende a reinventar. Y porque en cada reinventar tiende a desaparecer.
Fernández de Kirchner sabe que no habrá más que subir y bajar porque políticamente no es extraña a su final. Fernández de Kirchner subirá y bajará aunque en el medio sólo piense en su felicidad.
No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible, escribía Camus al ensayar.