Cuando los teléfonos son de plástico

Por Estela Sández 
El cliente desprevenido hace lo que le indica el empleado del Banco San Juan. Va a esos teléfonos que están a la derecha de la puerta de entrada de la Casa Central en avenida Ignacio de La Roza 85 oeste. En el lugar, además de las personas que esperan su turno en los sillones negros, hay una extensa fila que necesita llamar al 0800… Ha llegado ahí luego de una espera de una hora en la vereda de la sucursal de calle Las Heras y dos horas dentro del edificio para que le den la tarjeta Visa débito que ni él ni nadie ha pedido que se la cambien por la Maestro que tenían todos los empleados del Estado y los Jubilados. Son negocios del señor Eskenazi y compañía.

El tiempo se está haciendo vasto y tedioso. Se corresponde con la paciencia de los clientes que hacen gestos de fastidio ante el sonido de teléfono ocupado del 0800… , indicado por los empleados del banco para comunicarse con las oficinas de Tarjeta Visa Débito.
Se agota el cupo de templanza y las personas van a la sección de “Atención al cliente”, en el subsuelo del edificio. Una señorita insiste con un discurso de manual: “Para todo lo relacionado con Tarjeta Visa Débito, deben llamar al 0800….” Sí, ese que siempre da ocupado. Cuando digo siempre, es siempre. Desde las 8 hasta las 20 de cada día de todas las semanas del mes.
Los llamados han sido incontables y con resultados negativos. Estos sucesos matinales, no son comedia ni tragedia, porque aunque lo parezcan, por la estructura y la trama, están en la línea de una farsa. Como las múltiples farsas que venimos presenciando en esta década ganada. Claro que a lo que ocurre con la tarjeta Visa Débito del Banco San Juan, hay que reconocerle un tiempo demasiado denso y una excesiva cantidad de protagonistas en reiterados episodios negativos.

Desde el primer ingenuo que puso un pie en el escenario del Banco San Juan, han transcurrido varios meses y amenaza continuar como teleteatro de la tarde. Eso sí, los actores protagónicos, empleados del Estado provincial, jubilados y pensionados, van cambiando minuto a minuto de cada día hábil.

Infiero la fuerza, importancia e influencia de la empresa de Eskenazi, José Luis Gioja y otros en los medios audiovisuales de la provincia, porque una carta enviada a la sección “Cartas del lector” de Diario de Cuyo, narrando lo que sucedía, no fue publicada. ¿La ley de Medios promueve y patrocina todas las voces? ¡No me digan!

Lo más curioso es que los clientes maltratados, además de clientes son accionistas. Los representa el gobernador Gioja con el 16,76% de las acciones que la provincia posee, contra el casi 70% del Grupo Petersen, acompañado también por una claque experta en mimetizarse, y muy conocida como es Jorge Brito.

Aunque las cajas de ahorro son las transacciones más numerosas y estables entre las operaciones de la empresa bancaria, a los clientes, que apenas son empleados del Estado o jubilados, no se los considera para nada. (A otro, puede ser). Las autoridades y responsables de “Atención al cliente” saben que ese 0800 y todos los teléfonos del Banco San Juan son de plástico. Respeto cero.

Eskenazi y compañía y, sobre todo los accionistas sanjuaninos que acompañan al gobernador, como Chirino y Nacussi ¿tendrán idea de lo que ocurre? Nadie les va a contar nada porque el miedo no es tonto y el empleo hay que cuidarlo. Lo único importante para ellos es, como dice la señora, “ recoger la plata en pala”. ¡Mirá si les van a importar los teléfonos de plástico! Esos aparatejos sólo son útiles para decorar un escenario que sugestione a los ingenuos con la imagen de una empresa seria e importante. Travestismo empresarial de última generación.

Hay teléfonos de plástico en la Casa Central, pero lamentablemente, a Eskenazi y compañía no les alcanza su capital como para poner un ascensor. Desconocen el trajín de sus clientes jubilados que hasta deben ayudarse con un bastón para subir y bajar escaleras.

Esta odisea autóctona de los teléfonos de plásticos del Banco San Juan tiene una sola posibilidad de superarse. Sólo una, si no tenés un amigo ahí dentro. Ocurrirá si en ese ajetreo de subir y bajar escaleras el cliente encuentra a Julieta y a Melani. Entonces sí, la farsa puede ser una comedia con final feliz.