En el último año hubo una baja real de los ingresos de entre 7 y 20%, según el sector. También se deterioraron las jubilaciones.
En el campo de juego de la economía cotidiana, los incrementos de precios y de la carga impositiva que pesa sobre los asalariados les están ganando el partido a las paritarias. Así, en el último año hubo una caída generalizada de los ingresos cuando se los mide según su poder real de compra y cuando se considera, en el cálculo, el efecto de la falta de actualización del impuesto a las ganancias. El nivel de esa caída depende del sector y del nivel de las remuneraciones, pero en el último año varió entre el 7% y poco más del 20%, según estimaciones de economistas del Ieral.
Con el sistema de dos aumentos al año dispuestos por la ley de movilidad, aprobada por orden de la Corte Suprema, tampoco los haberes previsionales logran ya compensar la inflación. Entre el primer trimestre de 2013 e igual período de este año, la masa total de ingresos jubilatorios cayó, en términos reales, un 4,1 por ciento. Si la comparación se hace de junio a junio de cada año, no hay mejores novedades: los dos ajustes que hubo (efectivizados en septiembre y marzo) acumularon un 27,3%, varios puntos por debajo de la inflación.
La masa salarial total de los trabajadores formales sufrió por su parte una caída real del 5,2% en el primer trimestre, respecto de un año atrás. Y cuando se considera el conjunto de ingresos de la población, agregando al dinero que va a sueldos y haberes previsionales el destinado a planes sociales, el efecto al primer trimestre de este año es un deterioro de 4,8% en el poder adquisitivo.
Entre los empleados registrados, si se considera, por ejemplo, el salario promedio de la construcción en junio, se calcula que -aun cuando la paritaria produjo una suba nominal de 30% en el último año- la variación final implica una reducción de 7%, cifra a la que se llega tras la corrección de números por inflación, para comparar el poder de compra. Y en el comercio, el alza nominal de 27% se transforma en una baja de 9%.
En ambos casos del párrafo anterior, el deterioro se da sólo por el mayor costo de acceso a bienes y servicios. En cambio, en el sueldo promedio de los bancarios, por ejemplo, se suma el impacto de Ganancias, y el resultado final tras un incremento por paritarias de 29% y para un empleado sin deducciones por cargas de familia arroja una contracción del 15 por ciento. Esto ocurre porque, dada la falta de ajuste del esquema tributario, un aumento nominal produce que la carga fiscal medida como porcentaje del salario sea más pesada.
Los efectos son mayores en salarios más elevados. Para un sueldo del sector industrial de $ 32.000, que en el último año tuvo un alza del 30% (como el caso de metalúrgicos, según consigna el informe del Ieral), el impacto combinado de la inflación y la desactualización de Ganancias lleva a una caída real en el año de 21%. Algo similar pasa con salarios del sector transporte para una cifra parecida (que, en realidad, es el doble del sueldo promedio registrado en la actividad).
Para la corrección por inflación, el estudio del Ieral considera el crecimiento que tuvo el índice de precios al consumidor (IPC) informado por legisladores de la oposición -conocido como Índice Congreso-, que está en 38% anual. Pero también se consignan hipótesis sobre la base de otro índice, de 33%, que surge de un empalme entre el IPC Congreso y el que difunde el Indec desde enero pasado; en este caso -que supone confiar en los nuevos números del organismo oficial-, todos los indicadores de evolución real del salario dan igualmente negativos, pero en niveles menores: el rango va aquí del 3% al 18%, según el análisis de los economistas Marcelo Capello, Gustavo Duarte y Gerardo García Oro.
En cuanto a Ganancias, este año afecta a quienes tienen remuneraciones mayores a $ 15.000, pero con una salvedad: por una medida del Gobierno que el año pasado agravó la inequidad del tributo, hoy no están alcanzados quienes ganaban menos que esa cifra entre enero y agosto de 2013, sin importar lo que haya ocurrido después. Así, es posible que alguien con un salario de $ 25.000 no tribute y que sí lo haga quien tenga una remuneración de 18.000 pesos.
Este año no se dispuso ningún ajuste al esquema, ni siquiera para corregir esa nueva distorsión creada en 2013 y que se agrava con el paso del tiempo, y aun cuando se proyecta una inflación superior al 30% (incluso según el índice oficial). La desactualización afecta tanto a los montos de las deducciones como a los de la tabla que determina, según tramos de ingreso, qué alícuota se aplica. Esto hace que las subas de salarios provoquen que se pase a contribuir con tasas más elevadas, aun cuando esos ingresos tengan un poder adquisitivo deteriorado respecto de un año atrás, por efecto de una inflación que gana la carrera.