Por Lucas Carrasco
Arrancamos un poco desilusionados con Pablo Sirven, con quien no coincidimos en la política pero reconocemos, tanto yo como mi ego, en que entiende mucho de comunicación. Desilusionados por abrazar la tesis de que el deporte, desde los griegos olímpicos, es una especie de sublimación de la guerra. Para nosotros, es una sublimación del relato religioso en general, del cristianismo en particular y en el caso del fútbol, del catolicismo.
Pero sí, yendo al punto, el asunto es que el Mundial incide poco y hasta ahí nomas, como bien sostiene Sirven.
Un asunto, colateral: quizás por vivir entre dos ciudades, Paraná y la República Hermenéutica de Palermo, noto una abismal diferencia en "la grieta en el periodismo". Pasa en CABA, solamente. Ni siquiera el periodismo bonaerense, más cercano al puerto Entre Ríos, se desvive por el negocio de Lanata y Barragán: el país dividido, hinchando por uno u otro asaltante del estado.
Y otra cosita: la gente, en cualquier lado del país, no le da ni cinco de pelota a la supuesta división que narra el periodismo porteño. Sí, es gracioso que los resultadistas del fútbol sean beliebers de los campeones morales en la economía y viceversa. Es natural, después de todo, lo que uno opine o deje de opinar sobre Messi, es completamente irrelevante.
Lo siento mucho, buenas noches.
P/D: un comando celestial secuestró a Zambayonny y lo ató a un sillón en su casa, obligándolo a mirar todos los partidos del mundial, incluidas las repeticiones y los mundiales pasados. Esperamos que este comando terrorista devuelva a mi amigo una vez finalizado esta guerra mundial, donde el Eje del Mal es Holanda, Brasil y eventualmente Alemania.