Por Lucas Carrasco
Los Kirchner siempre despreciaron a cada uno de los vicepresidentes. Muerto Néstor, Cristina armó una especie de iglesia donde se la podía apoyar de dos formas: con la agrupación de su hijo, que no terminó la escuela, o con la agrupación de su cuñada, que fue funcionaria de Massera.
¿Cuántos gobernadores hubo en Santa Cruz, desetabilizados por la vieja? Recién cuando salió tercero el Frente Para la Victoria, conducido por su hijo en las PASO del año pasado, hizo las paces con el gobernador que ella mismo puso.
Ningún ex funcionario de la vieja habla de ella como una buena persona, ni le distingue un solo sentimiento noble o altruista. Más bien la detestan. Incluso quienes siguen adhiriendo a sus filas, como Taiana.
La vieja ha demostrado en sus discursos que tiene una patología egocéntrica bastante enfermiza, típica de los líderes populares, ojo. El problema es que la vieja es vaga y gobernar es importante. Y lograr algo también.
Es obvio que no despierta ninguna pasión por fuera del patiecito donde los funcionarios tienen que aclamarla por sus récords imaginarios, pero tampoco es que esas escenas bizarras son ciertas. No son boludos los funcionarios que la ovacionan. De hecho, se cagan de risa.
No solo no tendrá fuerza política para poner un candidato, porque esto puede terminar en un desastre, sino que tampoco está en la voluntad de la vieja creerse mortal y participar de algún proyecto semicolectivo donde ella no sea la arquitecta egipcia.
La oposición, si quiere tumbar a Kicillof, tiene que presentarlo como el candidato de Cristina, así a la vieja le agarran celos y lo echa. Pero es una mala jugada. ¿Y si se aviva y pone un ministro de economía de verdad?
A la oposición lo que más le conviene es que continúe este corso de Kicillof, Máximo, Wado De Pedro, Boudou, Bossio, Milani, Alicia, Zanini. De hecho, si no fuera porque un tercio del país está bajo la línea de pobreza, sería uno de los espectáculos más divertidos de la ya de por sí divertida historia nacional.