Hannah Arendt, el jerarca hitlerista Eichmann y el asilo del Pocho Perón a los nazis

Por E. Simón 
Hoy se celebra el nacimiento de Hannah Arendt en Alemania, un 14 de octubre de 1906. Es una autora fundamental de la filosofía del siglo XX porque produjo importantes obras referidas a la democracia, el totalitarismo y las libertades políticas, pero sin dudas, su trabajo más importante fue "La banalidad del mal". En realidad, el título completo de la obra es "Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal". Arendt lo publicó en 1963, tras haber asistido como periodista al juicio de Adolf Eichmann en Israel. Es un tratado minucioso sobre la condición humana.

Adolf Eichmann en pleno juicio.
Esta es la parte donde entra a tallar el Pocho Perón. El criminal nazi, don Adolf Eichmann, había sido secuestrado en Argentina, en 1960, y llevado a Jerusalén para ser enjuiciado por crímenes cometidos contra el pueblo judío durante el régimen nazi de Adolf Hitler. ¿Qué hacía en Argentina este jerarca nazi? Lo que muchos otros hacían, se escondía tras haber cometido brutalidades indescriptibles contra otros seres humanos. Huían de la justicia y buscaban disipar sus culpas en este país donde un presidente, Juan Domingo Perón, les daba asilo sin preguntarles demasiado y tras el aporte de un emolumento que garantizaba la complicidad silenciosa de Juan Domingo y de todas las autoridades. Durante el proceso judicial que se le hizo a Adolf Eichman en Israel, se llegó al veredicto de que sus crímenes fueron contra la Humanidad, entonces fue condenado a la horca. Entre los años 1945 y 1951, periodo donde el Pocho Perón gobernó Argentina, entraron al país una cantidad incalculable de militares y civiles que habían participado en el nazismo. En este pago recibieron protección y se les permitió el anonimato que necesitaban para borrarse del mapa por un tiempo.

Arendt, que había sufrido en carne propia los atropellos del nazismo contra los judíos, presenció el juicio y sus reflexiones la llevaron a ahondar en las causas del accionar desmedidamente cruel y malvado de Eichmann. La frase "la banalidad del mal" hace referencia a ciertos aspectos de la conducta humana que llevan a actuar con crueldad extrema no por maldad intrínseca, sino por seguir las reglas del sistema sin reflexionar sobre sus actos. El bien y el mal, dos palabras vaciadas de contenido y banalizadas. Se podría decir, fatalmente relativizadas.

Hannah Arendt detalló que Eichmann no tenía convicciones profundas ni trayectoria antisemita. Tampoco tenía un carácter retorcido, ni era un enfermo. Simplemente, hizo lo que hizo, para ascender en su carrera. Cumplió órdenes, sin cuestionarlas. Sólo perseguía su miserable y diminuto éxito individual. Era un burócrata, que no reflexionaba sobre sus actos. Era eficiente, pero no tenía sentimientos sobre el "bien" y el "mal".

La importancia del planteo acerca de "banalidad del mal", es que Eichmann sólo es uno más de los criminales que atentan contra la humanidad cumpliendo órdenes y posicionando su carrera. Lo hacen por codicia y, en apariencia, no por malvados. De esta manera, la filósofa advertía la necesidad de estar siempre alertas a este fenómeno de personas "normales", sin perversiones especiales que se convierten en monstruos cuando el sistema así se los requiere, sin reflexionar sobre ello.

La frase se popularizó para definir a quienes, sin tener una personalidad perversa, son capaces de cometer grandes atrocidades. Hoy el mundo tiene millones de Eichmann dispersados en todas partes, haciendo el mal sea por acción, omisión o pensamiento. Así nos va.