Por Lucas Carrasco
El ministro de economía más pelotudo de la historia nacional acaba de emitir un comunicado anunciando lo obvio: el gobierno no pagará a los bonistas que entraron en la reestructuración de la deuda externa que hizo Néstor Kirchner y la cagó Cristina. No pagará, explica en un servil comunicado, a pesar de sus buenas intenciones. Porque nos embargarían ese dinero para dárselo a los Buitres Malos -también están los Buitres Buenos, que se quedaron con Telecom, la Corpo linda- y así todo el melodrama.
El "pagador serial" del gobierno, según lo definió la abogada exitosa que en su puta vida ganó un juicio; acaba de chocar el país contra un acantilado. Y hacerlo mierda.
El servil giro a la derecha no sirvió de nada.
¿Qué consecuencias políticas tiene esto? En lo inmediato, los sindicatos estatales bonaerenses y entrerrianos tienen que anoticiarse que no hay guita para sueldos. El peronismo tendrá que buscar otro candidato.
¿Puede haber elecciones anticipadas? Sí. Dependerá de la muñeca de la Presidente Vespertina, que debería empezar a gobernar más temprano, si no es mucha molestia claro está, para defenderse de las previsibles protestas porque está claro que la vieja no cobrará impuestos a los ricos, a las extravagancias de sus testaferros "industriales" y el ajuste proseguirá sobre los salarios y os planes sociales.
Probablemente se deje de publicar la inflación menos dibujada de estos tiempos y volvamos a ser Canadá en las estadísticas oficiales. Y el modelo diversificado de desarrollo industrial con matriz de no se qué puta seguirá produciendo cartoneros y nuevos millonarios. Todo muy progreperonista de Palermo.
Lo más previsible es que el gobierno negocie todo, menos su insuperable tilinguería.
Si matan mucha gente como en diciembre, terminan en cana y hay elecciones anticipadas. No les va a alcanzar con pactar con cuanta corporación esté dando vueltas. Ya no. Ese giro derechista estaba condenado al fracaso. Y pasó lo previsible: un equipo de arribistas, novatos y medio pelotudos quisieron vender supercherías en nombre de la ciencia económica y la única que compró esa narrativa ridícula es la Presidente Vespertina.
Tendría que aflojarle a las pastillas cuando toma decisiones importantes en nuestro nombre.