Con pastillitas, entré en gladiador

Por Silvia Marcet 
 Nos legó Albert Einstein entre muchas de sus genialidades: "Locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes”. ¡Oh, musas de la razón humana! Díganme: ¿Cuántas veces reverenciamos el lúcido destello del canoso brillante y cuantas más - ocupados en nuestro frenético accionar diario - lo dejamos pasar? Todo para volver al viejo juego del ensayo y error, como nuestros ancestros pre - sapiens: buscando inventar la rueda, el fuego, o siquiera oponer nuestros pulgares, una y otra vez, generación tras generación. Dejamos pasar esta verdad tantas veces revelada, como pisoteada por el tiempo y la estupidez.

Hablo de la violencia juvenil, que se absorbe desde la cuna, como el “muchas gracias”, el “por favor” y las simpáticas “malas palabras” que tan rápido aprenden los bebotes de dos años de los tíos y amigos de la familia. Hablo de todo lo que se mama desde el ambiente vital primario. Lo que natura sí da y Salamanca sí presta.

Azorados frente al caso de Carolina, la chica ferozmente atacada por un grupo de compañeros, discutimos en cada lugar pasillo, café y en sus hogares: qué hacer, cómo evitar esto, por qué la justicia no puede actuar, qué es lo que está fallando. Como decían en mi barrio: “Si seguimos así… donde vamos a ir a parar”.

Unos dicen que la culpa es de los medios, de los cobardes detrás de las redes sociales, que viralizan con desvergüenza lo que sucede en el mundo de los menores. Que prejuzgan con tiempos ajenos a los de la real justicia y cometen algo ilegal y por cierto antiético. Otros aseguran que estamos muy lejos del pensamiento holístico, que debemos predicar con el ejemplo, dar la otra mejilla y desear el bien a los chicos malandras que planificaron todo esto de antemano. Algunos que entienden de Derecho, se avienen a explicarnos con santa paciencia y pulcritud de laboratorio por qué los jueces están atados de manos y no cuentan con elementos legales para ofrecer un esclarecimiento tranquilizador. Y también están esos varios que reaccionan con toda su humanidad: van a los actos más viscerales- que le guste a quien le guste, son fuentes históricas del derecho natural: ofrecen rechazo y segregación social a los supuestos culpables y sus padres.

Respecto a la lógica de los medios de comunicación, masivos y voraces, concedo algo. Es cierto lo que escribió una intelectual hoy señalada como vocera de “la Corpo”, Beatriz Sarlo: “Comparada con la velocidad de la toma directa documental, la justicia es intolerablemente lenta. Los medios se colocan del lado de las víctimas en el sentido de que ellas, las víctimas, no están interesadas en la construcción de un caso judicial con todas las garantías procesales y probatorias para los presuntos delincuentes, si no que reclaman un castigo directo y sumario. Así lo expresan cuando afirman, frente a las cámaras, que los delincuentes son bestias fuera de todo derecho. Este discurso de las víctimas es comprensible porque sobre el dolor de la pérdida o la humillación de la violencia padecida, no se apoya una perspectiva de justicia para todos. Es precisamente desde afuera de ese dolor, y sólo desde afuera, que sería posible garantizar la imparcialidad del juicio (…) La peor justicia, la más lenta y torpe es preferible a un veredicto populista, donde la agitación demagógica del crimen implica una ausencia total de garantías”1. Y sí, acepto también que, en parte, hay certeza en lo que dice Jesús Martín Barbero: “Los medios viven de los miedos” 2.

Resultado: nadamos en el mar de la anarquía, sin un norte, sin un protocolo de reducción de daños, sin garante, hoja de ruta o noción interior que nos indique: esto sí, por aquí no. Peor que el pueblo israelita bailando alrededor de un ídolo prefabricado, en medio del desierto y en auténtico vacío existencial, antes de la bajada de Moisés.

Está bien. La imagen retrasa dos milenios. No aceptemos viejos dogmas tallados en piedra. Si no lo hacemos nosotros, qué esperar de los chicos. Pero la realidad sigue empujando a buscar hacer algo… o a dormirnos esperando que San Juan llegue a ser tal como la Catamarca de María Soledad, el Chaco de los aborígenes masacrados o el Santiago del Estero de los disidentes desaparecidos. Total, ya tenemos tantas manchas y desaparecidos propios, que una más no nos hundirá tanto trecho hacia abajo en el fango. La ley de la clase media, reza en cada pasillo: Hay que cuidarse, preservar el quiosco que supimos conseguir. No hacer lío, salvo que sea Messi. Todo lo contrario de lo que dijo nuestro laureado papa argentino.

En el fondo, desde mi perspectiva de ciudadana común, hemos y seguimos fallando en lo más obvio: en todo y desde el principio.

Un sistema planetario orientado a presionar adultos ricos y pobres a correr como disciplinados Forest Gump. Corremos por la mejora económica, social, profesional o al menos por el pasto y la herradura. Un estado muchas veces ineficaz. Una Policía y una Salud Pública que no alcanzan para dar abasto. Frente a lo que todos sabemos: que la ambulancia nunca llegó al lugar de los hechos, que hubo negligencia policial, etc, etc, es mucho más tranquilizador decirnos: los padres de la menor atacada no debieron bañarla sin antes llevarla al hospital Rawson o a una seccional de policía. Pero pregunto: ¿Acaso saben ustedes cuando hay que esperar en cualquier seccional para hacer una denuncia? ¿Cuánto tarda el 911 en enviar ayuda? Haga la prueba, señora, señor, señorita. Le costará mucho más denunciar un hecho grave como violencia de género e infantil, que pedir un certificado de domicilio en la primera o en la cuarta.

En tanto, cuando el agua llegó al río, ¿qué sucede en los hospitales públicos? ¿Hay Kits de violaciones o de atención a víctimas como en la serie “La ley y el Orden”? ¿Existe al menos un profesional de guardia especializado casos especiales? Volviendo a la realidad nacional: ¿Existe disponibilidad real y suficiente de médicos, enfermeras, camas, insumos básicos?

Y si la culpa es de las “operaciones mediáticas” preguntaré: ¿Cuántas veces se han bajado notas sobre noches en la guardia del Rawson, por dar un ejemplo, en las redacciones de los medios con robustas pautas oficiales? Los conflictos médicos, sanitarios y de obras sociales están a la orden del día. No es novedad.

¡Ah, no! Lo que pasa es que la culpa es de las escuelas. Las maestras ya no son las de antes, no se preparan, no sirve la escuela pública, explica el manual de la polémica en el bar. Pero recordemos coterráneos, recordemos lo básico antes de buscar que las maestras sean profesoras universitarias con doctorados en Psicología de la Educación: hoy existen cientos de profesionales de gabinetes interdisciplinarios escolares, maniatados y desaparecidos de sus puestos de trabajo por obra y gracia ¿de qué? de la Ley de Emergencia Económica que no se derogó desde la época de Menem, y que viene al pelo si de seguir vulnerando la educación pública se trata. Meta programa aquí, meta subsidio allá. Hacen falta como las aspirinetas. Claro que alivian. Son pastillitas. Pero las maestras dicen a los periodistas: “Acá, el porro se ve a diario, la violencia doméstica es moneda corriente, el hambre está en el centro, no solo en escuelas urbano- marginales o rurales. Necesitamos gabinetes psicopedagógicos, educación emocional todo el tiempo, no a modo de antibiótico durante cinco días, cuando la sangre ha llegado al río”.

Sí, sí, señora, señor. En este gobierno nac & pop, la ley de hierro que dice: profesionales en las escuelas NO, es un regalito que atesoramos desde los nunca bien justipreciados años '90. A quejarse a la Cámpora, perdón, al campito.

Por último, para completar el cuadro, hace tanta falta bucear un poco en el indescifrable mundo que les toca vivir a los jóvenes: rápido, digital, brutal. Un paraje donde todo valor es relativo y todo lo que es profundo huele a naftalina. La moda del vacío entretenido, del consumo exprés que expelen los medios y su cerebro descarnado: el mercado, parece abarcar todo: la música que exuda sexualidad agresiva, la ropa anoréxica, los recorridos febriles, el lenguaje fragmentario, las comunicaciones mediatizadas, la ensalada mixta de roles familiares, el entronizamiento del placer. No sé lo que quiero pero lo quiero ya, dijo con toda razón Luca Prodan.

Estamos de este lado del péndulo. Este lugar que, luego de épicas luchas que tuvieron que dar nuestros abuelos para romper con petrificados fascismos y repugnantes modelos de autoridad patriarcal, nos legó el conocimiento de los traumas de infancia que descubrieron Freud y tantos otros. Y su contraparte, la iluminación de la inteligencia emocional y social que otorga la libertad y el aliento positivo hacia las actitudes naturales de los niños y jóvenes. Mayo del ’68, el mayo francés, perdió su batalla política y económica contra el ancient régime. Pero ganó la pulseada cultural. Estamos en el extremo más libertario y livianito del recorrido del péndulo. Y como se sabe, todos los extremos son malos.

A propósito de este vaivén: el sociólogo polaco Zygmunt Bauman y el argentino Gustavo Dessal explican en su reciente libro: “El retorno del péndulo”: “Lo que atormenta a los jóvenes de nuestros días ya no es el exceso de restricciones y prohibiciones insidiosas, temibles y demasiado reales, sino la abrumadora y vasta expansión de las opciones aparentemente abiertas por el don de la libertad consumista. Hoy, las ansiedades de los jóvenes y sus consecuentes sentimientos de inquietud e impaciencia, así como la urgencia por minimizar los riesgos, emanan por un lado de la aparente abundancia de opciones, y por otro del temor a hacer una mala elección, o al menos a no hacer "la mejor disponible"; en otras palabras, del horror a pasar por alto una oportunidad maravillosa cuando aún hay tiempo (fugaz) para aprovecharla.
A diferencia de lo que ocurría con sus padres y abuelos, que se criaron en el estadio "sólido" de la modernidad, orientado a productores y soldados, ahora las opciones recomendadas no adjuntan códigos de conducta perdurables o acreditados (por no hablar de perdurables y acreditados) que guíen a los electores por un itinerario infalible una vez que hacen su elección o aceptan obedientemente la opción recomendada. Nunca cesa de atormentarlos la idea de que el paso dado pueda (por poco) ser un error y que quizá sea (por poco) demasiado tarde para disminuir las consecuentes pérdidas, y mucho más para revocar la opción desafortunada. De ahí el resentimiento que suscita todo "largo plazo", ya sea la planificación de la vida propia o los compromisos con otros seres vivos”. 3

Desde la cancha mundialista nos lo explica en pocas palabras Adidas: Allin or nothing. O su variable más conocida de Nike: Just do it.

Está claro que el sistema legal debe aggiornarse a las nuevas redes sociales y a la inmediatez de las interacciones. Que la escuela debe incorporar los nuevos descubrimientos de la lingüística, las neurociencias, la psicología holística, la educación emocional y hasta el pensamiento espiritual de antiguas religiones revisitadas. Pero lo que no es posible, si con una mano en el corazón queremos obtener resultados diferentes, es seguir ignorando lo que estamos ignorando: resortes ya inventados, que como la rueda, podemos pasar como antorcha de padres a hijos. Resortes del Estado con sus instituciones, como un gabinete con una psicopedagoga en cada escuela primaria y secundaria. Como el valor de la amistad, del respeto. Uf, otra vez el olor a rancia naftalina, dirán. Y sí, es que si no tenemos un piso donde pararnos, nada tenemos como sociedad. No suena progresista, ni cool ni mucho menos moderno. Pero sin esto, programas aislados, campañas de cinco meses, cartelería, botones de pánico en el celu, son pastillitas para cuando la enfermedad tocó la puerta. Pildoritas de todos colores para dormir, para trabajar, para curar o para entonar las previas.

1- Beatriz Sarlo, Tiempo presente. Notas sobre el cambio de una cultura. Segunda Edición. Buenos Aires. Siglo Veintiuno Editores, 2010, págs. 64-65.

2- Jesús Martín Barbero, Pretextos; Conversaciones sobre la comunicación y sus contextos. Cali, Editorial Universidad del Valle, 1996, p. 80.

3- Zygmunt Bauman y Gustavo Dessal, El retorno del péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo líquido. Fondo de Cultura Económica, 2014.